
«En un momento de disrupción global, organizaciones como FER son indispensables para convertir los desafíos ecológicos en oportunidades económicas reales»
Juan Verde fue galardonado con el premio Madre Tierra de FER, la máxima distinción que concede la federación a aquellas personas que han destacado por su defensa del reciclaje y el respeto al medio ambiente. En esta entrevista sobran los motivos para el reconocimiento del estratega internacional privado y público.
Juan Verde fue miembro del Consejo Presidencial de la Casa Blanca durante el mandato del presidente Joe Biden y subsecretario adjunto para Europa y Eurasia en el departamento de Comercio de EE. UU. para el presidente Barack Obama.
Licenciado en Económicas y Empresariales, también ha sido consultor de diversas empresas e instituciones como Google, Cisco, SAS, American Express, Banco Santander Investments US, Banco Interamericano de Desarrollo, Universidad de Harvard o el Banco Mundial.
Además, colaboró con el ex vicepresidente Al Gore para establecer y liderar filiales de su fundación, “Climate Reality Project» en España y Argentina.
Entre otros reconocimientos, ha sido nombrado durante dos años consecutivos como uno de los 100 líderes hispanos más influyentes en la lucha contra el cambio climático y, en el pasado Congreso Nacional de la Recuperación y el Reciclado, fue galardonado con el premio Madre Tierra de FER. Basta con leer esta entrevista para entender por qué.
¿Qué ha significado recibir el Premio Madre Tierra de FER?
Recibir el Premio Madre Tierra ha sido un honor profundamente significativo. Este reconocimiento no solo celebra una trayectoria profesional, sino que simboliza una causa que considero vital y urgente: la transición hacia un modelo económico sostenible, inclusivo y resiliente. FER, como entidad que representa a una industria estratégica en la economía circular, refuerza con este premio la idea de que el liderazgo empresarial y el compromiso medioambiental no solo son compatibles, sino que deben ser indisolubles. Este galardón me impulsa a redoblar esfuerzos en mi labor de concienciación y colaboración público-privada para acelerar el cambio sistémico que necesitamos.
¿Qué valoración hace del 22º Congreso Nacional de la Recuperación y el Reciclado?
El 22º Congreso de FER ha demostrado, una vez más, que el sector del reciclaje no es el futuro: es el presente. Me ha sorprendido gratamente el nivel de compromiso, innovación y visión estratégica de las empresas participantes. En un contexto global donde los recursos naturales son cada vez más escasos y los riesgos climáticos más frecuentes, el congreso ha sido un foro clave para trazar hojas de ruta ambiciosas pero realistas. La circularidad debe dejar de ser un concepto aspiracional para convertirse en una ventaja competitiva tangible, y este congreso ha servido para catalizar esa transformación.
En su conferencia habló de la gran oportunidad que representa la economía verde en una situación geopolítica y económica actual muy compleja, pero, sin embargo, surgen voces que siguen poniendo en tela de juicio el cambio climático, ¿cuál es su opinión al respecto?
La negación del cambio climático en 2025 no es solo irresponsable, es una amenaza directa al progreso económico y a la estabilidad social. Los datos son abrumadores: nueve de los diez años más cálidos jamás registrados han ocurrido en la última década. Pero más allá del consenso científico, existe un argumento económico ineludible. La economía verde no es simplemente una respuesta ética, sino una estrategia inteligente de competitividad global. Países y empresas que lideren la transición ecológica atraerán más inversión, talento e innovación. Negar el cambio climático es, en esencia, renunciar al liderazgo económico del siglo XXI.
¿También hay serias dudas dentro de la Unión Europea de que se siga impulsando la transición hacia la economía circular y de que los recursos económicos y las políticas se desvíen hacia otros aspectos ahora prioritarios como el rearme de los países de la OTAN. ¿Son aspectos compatibles o sería una decisión equivocada desviar los objetivos ya establecidos de transición ecológica?
La seguridad y la sostenibilidad no son conceptos excluyentes; al contrario, están profundamente interconectados. Un entorno ecológicamente degradado genera conflictos, migraciones forzadas, escasez de recursos y tensiones geopolíticas. Pero, además, no puede haber seguridad energética sin transición energética. La dependencia de países como Rusia, China, Irak o Venezuela para abastecernos de energía no solo representa un riesgo ambiental, sino también una vulnerabilidad estratégica: les transferimos miles de millones mientras asumimos nosotros las consecuencias de la contaminación. Por eso, desviar recursos de la transición ecológica para reforzar únicamente la defensa tradicional sería una miopía estratégica. Europa debe apostar por un modelo de “seguridad ampliada”, donde la resiliencia climática y energética sea parte del escudo protector. Necesitamos una OTAN climática que complemente a la OTAN militar: ambos frentes son críticos para el futuro del continente.
¿Qué papel le otorga al reciclaje y al trabajo que desarrolla esta industria en ese nuevo modelo económico basado en un desarrollo sostenible?
El reciclaje es una de las piedras angulares de la economía circular. No hablamos solo de gestión de residuos, sino de redefinir el concepto de valor en la cadena productiva. Esta industria es responsable de transformar un modelo lineal y extractivo en un sistema regenerativo y eficiente. En un mundo que necesita reducir su huella material y energética, el reciclaje permite cerrar ciclos, conservar recursos críticos y generar empleo de calidad. Invertir en esta industria es invertir en soberanía industrial, descarbonización y competitividad.
¿Cree que la guerra arancelaria que ha supuesto la llegada de la Administración Trump también afectará de lleno a la demanda y al comercio de materiales reciclados?
Las tensiones comerciales tienen impactos sistémicos, y el sector del reciclaje no es ajeno a ello. Sin embargo, estas disrupciones también pueden ser catalizadoras de soluciones locales y regionales. Si las exportaciones se ven limitadas por barreras arancelarias, Europa tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de reforzar su autonomía estratégica en materias primas recicladas. Esto exige inversión, innovación y marcos normativos inteligentes que hagan del reciclaje no una opción residual, sino una prioridad estructural.
¿Es cierto que con las políticas que ha iniciado la Unión Europea y sus numerosas y estrictas regulaciones será posible alcanzar una economía circular y un continente climáticamente neutro o se quedará solo una declaración de buenas intenciones de objetivos inalcanzables?
La normativa europea es ambiciosa, pero el reto está en la implementación. La buena noticia es que ya existen los instrumentos —tecnológicos, financieros y regulatorios— para avanzar. El problema no es la falta de objetivos, sino la falta de voluntad política y alineación estratégica. Para que la economía circular no se quede en una declaración de principios, hace falta liderazgo, formación, colaboración público-privada y métricas de impacto claras. No es una utopía; es una necesidad. Y Europa, si quiere ser relevante en el nuevo orden económico global, debe liderar con hechos.
¿En qué posición sitúa a España para situarse a la vanguardia de ese cambio de modelo económico?
España tiene un potencial enorme, pero necesita tomar decisiones valientes. Contamos con un ecosistema de pymes innovadoras, una generación de jóvenes altamente comprometidos y sectores estratégicos —como el agroalimentario, el turístico o el energético— que podrían liderar la transición verde si reciben el apoyo adecuado. Lo que falta es una visión de país a largo plazo, una narrativa que conecte sostenibilidad con progreso, cohesión territorial y empleo. España debe dejar de ser un seguidor y convertirse en un referente del sur global europeo en economía verde.
¿Qué opina del trabajo que desarrolla la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje?
FER desempeña un papel crucial como catalizador de cambio. Su labor no se limita a la representación sectorial, sino que está empujando los límites de lo que significa ser sostenible en la práctica. Su enfoque técnico, su capacidad de interlocución con las administraciones y su apuesta por la innovación hacen que sea una de las voces más autorizadas del sector. En un momento de disrupción global, organizaciones como FER son indispensables para convertir los desafíos ecológicos en oportunidades económicas reales.